3/10/09

Raro

Dícese de aquello que resulta extraordinario, singular, poco común o frecuente; escaso en su clase o especie; de comportamiento e ideas extravagantes.

Dar la mano en lugar de dos besos a todo el que se me presenta, por igual, hablar con la pretensión de formular frases precisas con un vocabulario medianamente culto, tener pasiones poco comunes, ser frío y distante en el trato, sonreír y reír en contadas ocasiones, ser incapaz de formular opiniones si la objetividad no está de tu parte, ser esclavo de la lógica y la razón en todo momento, ser derrotista con todas las relaciones humanas (pesimista, escéptico respecto al éxito de una acción) y especialmente las amorosas, mostrarte, sin quererlo porque no debería ser lo "normal", indiferente ante muchas situaciones... sufrir muchas veces con eso que no quieres en tu psique pero sin embargo tienes arraigado y te ves incapaz de arrancar...

¿Soy raro entonces? Ayer me lo decían. Soy raro. No era un insulto, sólo una apreciación: soy un individuo poco común, de proceder y actuar inusual. Y como hoy en día se utiliza tanto esa frecuente y recurrente palabra: "eres un friqui".

Tengo una máxima en mi particular filosofía, que es la siguiente: "todo ser humano tiene la licencia de pensar, decir y hacer todo lo que desee, con quien desee y como desee. Sólo ha de cumplir, como pago, una simple norma: no dañar al prójimo de ninguna de las formas que impliquen daño o sufrimiento". Curiosamente, cumpliendo esta sencilla norma, es fácil cumplir las leyes y vivir y dejar vivir.

Es por esta máxima que no lucho por las relaciones sociales amistosas o amorosas, en el punto en el que las personas que me rodean prefieren estar con otra persona porque ésta es más amena, más divertida o más atractiva en todos los aspectos. Dependiendo de la relación que esté viviendo, y de su intensidad y antigüedad, esta máxima la cumplen o no conmigo. Pero he de decir que la mayoría de las veces sí la cumplen, pues no me dañan especialmente si me "sustituyen" por otra persona. Todo depende, como ya dije, de ciertos matices.

Y ahí es donde entra la segunda máxima: "prescinde de quien prescinde de ti". Obviamente estamos hablando de relaciones sociales de amistad o amor. No hablamos de relaciones profesionales.

De esta forma, es fácil de entender que mucha gente que me interesa conocer o con la que me interesa estar y entretenerme, sea libre de marcharse en cualquier momento y montar su campamento en otra parte. Aplico la primera norma: cada cual es libre de hacer lo que desee sin dañar a los demás. A mí no me daña especialmente en el caso de estar conociendo a alguien, y en caso de que me dañase, tampoco haría nada, porque aplicaré la segunda norma: prescindo de quienes prescinden de mí. Es tan sólo cuestión de reciprocidad en las relaciones sociales: aunque a mí me importe y a ti no, tu indiferencia será pagada igualmente con mi indiferencia. Repito, independientemente de que a ti te importe o no. Es decir, que procuro aplicar mi primera máxima para yo no dañar a los demás (aunque a veces mi falta de tacto o ética me lo impida), pero si los demás no la cumplen conmigo, tampoco me importa. Es mi máxima, y comprendo que pueda no ser la de los demás. Siempre está la segunda norma de conducta, que por mucho que duela, se aplica sin excepción.

El Universo y la Naturaleza son totalmente recíprocos, siempre y sin excepción: toda acción provoca una reacción opuesta e igual. Incluso la Física Newtoniana lo avala. Si todo en el Universo está en equilibrio es por la reciprocidad en todo, de modo que, ¿por qué no imitar a la Naturaleza si somos parte de ella?

Así, más o menos, está montada mi cabeza. Por estas normas, que a mí me parecen lógicas, y por mi forma de actuar y ser, soy raro. Así es. Eso dicen.

Lo seré, pero no puedo cambiarlo, al igual que ciertas cosas que estructuran mi cerebro de una forma que a veces no desearía... supongo que, aunque intentando mejorar, hay que aceptar la forma de ser de cada uno.